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Recordando al Presidente Silvestre Antonio Guzmán Fernández

Publicado Por elchismologo Hoy lunes, 26 de julio de 2010 | lunes, julio 26, 2010


Arriba, desde la derecha, Reginaldo Atanay, Ellis Pérez, José Altagracia Bruno Pimental, un funcionario no identificado, el Presidente Guzmán, y Víctor Cabral Amiama, entre otros. Abajo, Atanay entrevista al Presidente Fernández
“Al establecer cuándo él dejó de ser amigo de Bosch, dijo que fue la vez en que Bosch, en una reunión, le dijo que “al negrito ese lo voy a pisotear como a una cucaracha”. Y se levantó de su asiento, para hacer el gesto con el pie, de pisar una cucaracha. Se refería al doctor José Francisco Peña Gómez.”

Queens, N.Y. (Atanay.Com).- Este último 4 de julio, cumpliéronse 28 años de la noche aquella en que el presidente de la República Dominicana, don Silvestre Antonio Guzmán Fernández, decidió irse de este lado de la vida, al sentarse en su sillón de barbería, en el Palacio Nacional de Santo Domingo, y dispararse un balazo en su testa.

El tan apreciado y distinguido cibaeño puso fin a su vida, dicen, agobiado por los presagios de que su sucesor ya electo, Salvador Jorge Blanco, haría “serias denuncias de corrupción” del gobierno de don Antonio. (Luego, lo de Jorge, “fue de película”).

Tanto don Antonio, como Jorge, eran miembros del mismo partido. Jorge, un notable abogado, dirigente de la entonces desaparecida Unión Cívica Nacional (UCN), y quien luego pasó a ser miembro -y dirigente- del Partido Revolucionario Dominicano, ostentando muy poco valor como líder político, fue favorecido con el respaldo que le dio el doctor José Francisco Peña Gómez. Y con ese apoyo, consiguió que los perredeistas le dieran paso, para llegar hasta la Presidencia de la República.

Al suicidarse don Antonio, llegó a la Presidencia del país el licenciado Jacobo Majluta, por derecho a sucesión, ya que ostentaba la posición de Vicepresidente de la República.

Una vez cometido el suicidio de don Antonio, Majluta (quien tampoco era de la simpatía de Jorge) llamó al presidente electo, informándole de la situación y recomendándole que tuviera cuidado con su vida, pues no se sabía si había algún plan ulterior.

A nosotros se nos antoja pensar que en los tiempos modernos, el presidente “más del pueblo” que tuvo el país, fue el señor Guzmán Fernández.

Y -perdónenos el ‘bombo’ que nos damos- lo decimos con propiedad, ya que, personalmente, llegamos a tratar, personalmente también, a los presidentes Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, Rafael Filiberto Bonnelly, Emilio de los Santos, Juan Emilio Bosch Gaviño, a los triunviros: Donald Reid Cabral, Ramón Cáceres Troncoso, Manuel Enrique Tavares Espaillat y Ramón Tapia Espinal.

A nosotros nos impresionó grandemente el ser y la manera de ser del presidente Guzmán Fernández. Fue, de verdad, “un hombre de pueblo”, pero no un demagogo. Un hombre tallado, parece que en los tiempos aquellos en que el hombre firmaba cualquier promesa, quitándose y poniendo en el documento, un pelo de su bigote.

Al Presidente Fernández lo conocimos una vez en que él vino a Nueva York, cuando estaba en campaña electoral, en procura de alcanzar el poder político del país, al través del PRD. (Cuando ganó, Jorge Blanco se lamentó de que “un analfabeto” llegara a la Presidencia de la República.)

Lo entrevistamos en un hotel en el que él se alojó junto a su hija, la doctora Sonia Guzmán de Hernández, en la avenida Décima esquina a la calle 52, en Manhattan. El fraterno inolvidable, Enriquillo Durán, nos tomó la foto.

La otra vez que nos encontramos fue cuando el Presidente Guzmán nos invitó a cenar en el comedor principal del Palacio Nacional, junto a otros periodistas. Allí había, en la cena, poco más de 20 personas, entre funcionarios e invitados.

Antes de ir al comedor, estuvimos por breve tiempo en el antedespacho presidencial. Don Antonio no estaba, y llegó pocos minutos después.

Al llegar el Presidente, uno de sus asistentes le dijo: “Presidente: este es Reginaldo Atanay, un periodista dominicano que vive en Nueva York.”

¡Ombe! -repuso el Presidente- No tiene que presentármelo; lo conozco y sé de su labor en Nueva York a favor de nuestra gente. Me alegro que lo haya invitado.

Y nos dio un abrazo.

A nosotros nos sorprendió el afecto con que nos trató el Presidente Guzmán, siendo esa la segunda vez que, personalmente, nos encontramos.

E hicimos comparaciones.

Como dijimos antes, conocimos personalmente a otros presidentes: Balaguer, Bosch, Reid Cabral…

Tanto a Balaguer como a Bosch, los tratamos estando ellos en el poder, y también estando fuera del poder. A Reid Cabral lo tratamos también.

Fuera del poder, Balaguer era más manso de lo que proyectaba en reuniones y fotos. Pero en el poder -él sabía administrarlo muy bien- siempre interponía entre él y quien lo tratara (salvo la gente de su confianza extrema) una barrera que, aunque invisible, se sentía. Y fuerte.

Recordamos una vez en que, Balaguer, estando fuera del poder, estuvo unos días en la casa de su hermana Rosa, en Queens. Allá fuimos Enriquillo Durán y nosotros, a entrevistarlo.

Desafortunadamente, en esa ocasión Enriquillo trastocó la foto que nos tomó, saludando a Balaguer y no pudimos reproducirla nunca. Balaguer estaba con corbata, pero sin saco, y con una bata de casa.

Estaba sentado junto a una camita, de esas que pintan en los monasterios de los frailes. Y encima de la cama, había un libro, con la portada forrada, abierto en alguna página y puesto boca abajo. Creemos que para dar la impresión de que el hombre estuvo leyendo, pero ya, ese mismo día él nos dijo que tenía su problema visual, “un glaucoma que he mal cuidado”, expresó.

Recordamos que era un día de verano, y cuando le dijimos que nos iban a tomar una foto, su asistente personal y político, Rafael Bello Andino, le pasó un peine para que se alisara el pelo. Dijo entonces Balaguer: “Estoy como dicen allá: corbejú…” Y a seguidas agregó: “¡Caramba, el calor que está haciendo aquí, es peor que el de Santo Domingo.”

A Bosch lo conocimos a muy pocos días de regresar él a la Dominicana tierra, después de su exilio de unos 26 años. Nos lo presentó Ángel Miolán, experimentado político quien organizó de manera formidable al PRD, mas perdió fuerza luego, parece que por celos, y Bosch lo alejó del PRD hasta que muchos años después Peña Gómez atrajo a Miolán, reconociéndole sus muchos méritos.

Después que conocimos a Bosch, solíamos juntarnos, muy periódicamente, en la casa de su hermana, doña Angelita, madre de Milagros y Virgilio Ortiz Bosch en el segundo piso de una casa situada en la corta calle llamada El Polvorín, ubicada entre las calles Mercedes y la Juan Isidro Pérez, muy cercana al Altar de la Patria, en la Zona Colonial.

A medida que las cosas le mejoraron, Bosch se mudó con su familia a una casa amplia, en los comienzos de la carretera Sánchez. Allí también fuimos nosotros algunas veces, y el cuentista y escritor no desaprovechaba ocasión de estar escribiendo en su máquina portátil, los discursos que luego pronunciaba. Bosch escribía a máquina con todos los dedos. Y rápido, lo que significa que él estudió mecanografía.

Una vez nos juntamos allí con Bernardo Viera Trejo, aguzado periodista cubano, muy querido del periodista y empresario también cubano, Miguel Ángel Quevedo.

Viera, a la sazón, dirigía un suplemento dominicano de la revista Bohemia Libre, en la que publicábamos reportajes el fraterno Gregorio García Castro, y quien esto escribe, entre otros.

Alrededor de Bosch se entretejió la idea de que él era ateo. Bosch era hostosiano. Y don Eugenio María de Hostos no era partidario de la educación religiosa, sino laica.

Ese día, Bosch tenía, alrededor del cuello, un pañuelo rojo. Y Bernardo nos dijo:

Mira, Reginaldo, el hombre tiene puesto un pañuelo rojo. ¡Ese es el color de Santa Bárbara; Changó, en el sincretismo cubano!

Ahora que hablamos de Bosch nos viene a la mente la última vez que lo vimos. Fue en un apartamento de El Bronx. De los que participamos en esa reunión, sólo dos personas estamos vivas: Víctor Grimaldi, quien es Embajador dominicano ante la Santa Sede, y quien esto escribe. Los otros, ya se fueron: Jaime Vargas, quien era secretario general del PLD en NY; Alberto Aybar, amigazo de Bosch desde La Habana; y Luis Vargas, quien le tomó varias fotos a Bosch, algunas de las cuales periódicamente usamos en Atanay.Com

En Santo Domingo, la última vez que vimos a Bosch, fue en el Palacio Nacional, pocas semanas antes de que lo derrocaran.

En esos días trabajábamos en el Departamento de Prensa de Radio Televisión Dominicana, del gobierno, que ahora tiene otro nombre; cosa que no es rara, porque allá, el gobierno que sucede a otro, no quiera que los demás lo recuerden. Y por eso, entre otras conveniencias, ejercen la cambiadera de nombres. (A veces, hasta de partido político).

Esa vez, Bosch dio dos conferencias de prensa. Una para unos periodistas norteamericanos, que fue en inglés, y la otra, para los dominicanitos.

Bosch, entonces, fumaba. Fumaba el mismo tipo de cigarrillo que, en ese tiempo, también fumábamos nosotros: Cremas, que lo fabricaba, en Santiago de los Caballeros, la Compañía Anónima Tabacalera. Era un tabaco tipo negro. Y Bosch usaba un encendedor que remedaba un trabuco, como aquel que el bienaventurado Ramón Matías Mella (rebautizado luego como Matías Ramón ella, porque dicen los historiadores que él equivocó su nombre, cuando lo apuntaron por vez primera).

Esa tarde, con ese tono doctoral y pontifical que era de su uso, Bosch se dirigió a nosotros, diciendo: -Yo a ti como que te conozco. Y le respondimos… (No recordamos si se nos zafó un ¡coño! que es común en nuestro vocabulario) Bueno, yo soy…

¡Oh, oh… sí, sí, ya recuerdo…!

A más tardar dos meses antes, habíamos estado en su casa hablando, como siempre, de distintos temas, pero siempre siendo él -por imposición- el de la voz cantante.

En esos días la prensa criolla decía que en el Palacio Nacional había un periodista puertorriqueño de apellido Cardona, haciendo o diciendo no recordamos qué cosa. El Palacio Nacional desmintió que ese señor estuviera, allí, afirmando que “hace tiempo que no está aquí”

Pero nosotros vimos al tipo en el Palacio Nacional, medio manejando la conferencia de prensa. Y cuando salimos, por un programa radial, lo denunciamos. Al día siguiente, nos “economizaron” en el Departamento de Prensa de Radio Televisión Dominicana.

Años después, conocimos en Nueva York al ex coronel Calderón (desafortunadamente, no recordamos su nombre). Cultivamos una rápida y corta amistad. El fue jefe de la escolta de Bosch, cuando éste regresó a Santo Domingo, tras el conflicto de 1965.

Calderón, en uno de sus viajes a Santo Domingo (el pobre, lo asesinaron a puñaladas allá) fue a visitar a Bosch, y a su regreso, nos dijo que le dijo a Bosch que nos había conocido y que el ex presidente de la dijo:

“Ten cuidado con Atanay, que es inteligente, trujillista, perverso…”

(Puede imaginar el lector lo que de Bosch le dijimos, entonces, al ex coronel Calderón).

Volviendo a lo de la cena en Palacio, con el Presidente Guzmán Fernández: como dijimos, fue un ambiente muy cordial. Guzmán era más sencillo y de alguna manera más humano que Bosch y Balaguer. Decimos esto, porque tanto Bosch como Balaguer, se situaron en un pedestal, y a los demás querían hacerlos sentir de alguna manera, inferior.

Guzmán era llano, “muy dominicano,” Gustador de la buena comida, de la buena bebida, de la amistad, de “entrar en confianza”.

Y en esa cena, nos sentimos a gusto por varias razones. No negamos -nunca- que nos guste la buena vida, aunque no hemos podido dárnosla como Dios manda. Nos gusta el trago, la buena comida, el campo, la forma de ser de nuestros campesinos, su nosequé de cariño. Y eso también le gustaba a Don Antonio. De ahí que sintiéramos esa afinidad que hoy, al paso de tantos años, recordamos con mucho cariño.

Esa noche, Don Antonio dijo algo que ya, en este y otros medios, hemos dicho, y fue sobre su relación con Bosch, y la terminación de la amistad de ellos.

Y lo repetimos por otro nosequé, pero sospechamos que nos impulsa a ello el subconsciente, que rara vez nos falla.

Don Antonio habló de su amistad con Bosch, desde sus años mozos. Esa noche, ¡Era un ambiente casi divino…! Banquete en Palacio… El jefe del sitio, con corazón abierto, haciendo vida en común con funcionarios e invitados, olvidándose las jerarquías políticas.

Al establecer cuándo él dejó de ser amigo de Bosch, dijo que fue la vez en que Bosch, en una reunión, le dijo que “al negrito ese lo voy a pisotear como a una cucaracha”. Y se levantó de su asiento, para hacer el gesto con el pie, de pisar una cucaracha. Se refería al doctor José Francisco Peña Gómez.

Como en varias otras cosas, durante la noche, Don Antonio dijo: “Y Atanay, que está aquí, sabe de eso,” el doctor José Altagracia Bruno Pimental (ese viejo amigo ya está en el otro lado de la vida) quien a la sazón era Director de Prensa de Palacio, se levantó de su asiento, y dirigiéndose a nosotros, dijo:

Atanay: debes tomar en cuenta que esto que se está diciendo, es fuera de récord.

De eso también puede dar fe el querido amigo, comunicador y experto en Turismo, Ellis Pérez, quien también estaba en la cena..

En ese momento, Bruno, quien era locutor y abogado, olvidó que nosotros somos periodistas. Ambos cubrimos, por varios meses, el juicio que se les siguió a los asesinos de Rufino de la Cruz, María Teresa, Mineva y Patria Mirabal; él por RadioTelevisión Dominicana, y nosotros, por el periódico La Nación

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